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El sociólogo Michael Kwet extiende esta lógicas más allá de las comunidades indígenas al sur global, donde el colonialismo digital transforma poblaciones enteras en sujetos productores de datos, atrapados en una infraestructura que no poseen.
El sociólogo Michael Kwet extiende esta lógicas más allá de las comunidades indígenas al sur global, donde el colonialismo digital transforma poblaciones enteras en sujetos productores de datos, atrapados en una infraestructura que no poseen.
Actualmente, en Sudáfrica el colonialismo no llega
con soldados, misioneros o monopolios comerciales, sino con servicios en la nube, software patentado y gobernanza algorítmica, cada uno de los cuales está dirigido a acentuar la dependencia del país en las infraestructuras tecnológicas occidentales.
De manera específica, Kwet esboza cómo los monopolios tecnológicos de Estados Unidos, en particular Google, Microsoft, Amazon, Facebook (Meta) y Apple (GAFAM), se han integrado en la sociedad sudafricana, posicionando sus arquitecturas digitales como herramientas necesarias para el progreso económico y educativo. Un buen ejemplo es la «operación Phakisa» en el ámbito de la educación, una iniciativa gubernamental aparentemente diseñada para dotar las escuelas públicas de herramientas digitales, cuando en realidad es un proyecto que cede la soberanía de los datos educativos del país a las corporaciones estadounidenses. Mediante acuerdos de confidencialidad, toma de decisiones opacas y una influencia política impulsada por las empresas, el estado sudafricano no construye sus propias capacidades digitales, sino que externaliza su futuro tecnológico a Silicon Valley, supeditando las escuelas a ecosistemas patentados que extraen los datos de los usuarios a la vez que refuerzan la dependencia económica.

Actualmente, en Sudáfrica el colonialismo no llega con soldados, misioneros o monopolios comerciales, sino con servicios en la nube, software patentado y gobernanza algorítmica, cada uno de los cuales está dirigido a acentuar la dependencia del país en las infraestructuras tecnológicas occidentales.
De manera específica, Kwet esboza cómo los monopolios tecnológicos de Estados Unidos, en particular Google, Microsoft, Amazon, Facebook (Meta) y Apple (GAFAM), se han integrado en la sociedad sudafricana, posicionando sus arquitecturas digitales como herramientas necesarias para el progreso económico y educativo. Un buen ejemplo es la «operación Phakisa» en el ámbito de la educación, una iniciativa gubernamental aparentemente diseñada para dotar las escuelas públicas de herramientas digitales, cuando en realidad es un proyecto que cede la soberanía de los datos educativos del país a las corporaciones estadounidenses. Mediante acuerdos de confidencialidad, toma de decisiones opacas y una influencia política impulsada por las empresas, el estado sudafricano no construye sus propias capacidades digitales, sino que externaliza su futuro tecnológico a Silicon Valley, supeditando las escuelas a ecosistemas patentados que extraen los datos de los usuarios a la vez que refuerzan la dependencia económica. Actualmente, en Sudáfrica el colonialismo no llega con soldados, misioneros o monopolios comerciales, sino con servicios en la nube, software patentado y gobernanza algorítmica, cada uno de los cuales está dirigido a acentuar la dependencia del país en las infraestructuras tecnológicas occidentales.
De manera específica, Kwet esboza cómo los monopolios tecnológicos de Estados Unidos, en particular Google, Microsoft, Amazon, Facebook (Meta) y Apple (GAFAM), se han integrado en la sociedad sudafricana, posicionando sus arquitecturas digitales como herramientas necesarias para el progreso económico y educativo. Un buen ejemplo es la «operación Phakisa» en el ámbito de la educación, una iniciativa gubernamental aparentemente diseñada para dotar las escuelas públicas de herramientas digitales, cuando en realidad es un proyecto que cede la soberanía de los datos educativos del país a las corporaciones estadounidenses. Mediante acuerdos de confidencialidad, toma de decisiones opacas y una influencia política impulsada por las empresas, el estado sudafricano no construye sus propias capacidades digitales, sino que externaliza su futuro tecnológico a Silicon Valley, supeditando las escuelas a ecosistemas patentados que extraen los datos de los usuarios a la vez que refuerzan la dependencia económica.

